WMC IDAR/E

Brinquemos al mediador

Mosquita Y Mari
Scene from Aurora Guerrero's film Mosquita y Mari, which got off the ground with 1,000 supporters.

Durante este último año, producciones de Hollywood como In the Heights, y más recientemente West Side Story, han generado críticas por sus deficiencias en la forma en que retratan a las comunidades latinas. Si bien es fundamental que responsabilicemos a las principales compañías de entretenimiento por sus representaciones de personas latinas, el cambio dramático que deseamos y merecemos solo llegará cuando busquemos esquemas fuera del complejo de Hollywood para controlar nuestras imágenes. Es hora de desarrollar e implementar soluciones que no dependen de avergonzar a los desvergonzados.

Pedirle a Hollywood que deje de ser como es tiene sus limitaciones. Durante décadas, hemos exigido repetidamente que desista de producir historias sobre nosotros sin nuestra presencia detrás la cámara. Sin embargo la industria ha vuelto a confiar un presupuesto desmesurado de $100 millones a creadores no latinos para redimir un musical creado por artistas no latinos hace seis décadas.

Hemos insistido en la diversidad en los elencos con personas latinas de diferentes razas, tamaños, representación de género y habilidades. Pero las historias que se centran en los personajes latinos que no se ajustan a los estándares de belleza que perduran en Hollywood (blancos, delgados, cisgénero, heteronormativos, sin discapacidad) siguen siendo la excepción y no la práctica. Como era de esperar, las excepciones generalmente provienen de los pocos creadores latinos a los que se les "otorgan" oportunidades para presentar sus historias al público. ¿Y cuál es su recompensa por abrir estos caminos necesarios y, a menudo, obtener elogios de la crítica? La cancelación de sus producciones después de tres temporadas.

Mientras tanto, personajes latinos de cualquier tipo casi nunca ocupan roles prominentes. Estas actuaciones infrecuentes suelen ser en el papel del compinche de la comedia o el principal sospechoso de la policía. Es por eso que hemos clamado por protagonistas en historias originales que abarcan diversos géneros y narraciones. La respuesta de la industria del espectáculo ha sido apoyarse en gran medida en la adaptación de telenovelas latinoamericanas para el público estadounidense y reiniciar dramas y comedias de más de 20 años con elencos latinos.

Al igual que con otras instituciones, estamos lidiando con las desigualdades estructurales que muchos de nosotros suponemos son fallas en el sistema cuando, de hecho, son características del mismo. Claramente, hay algo más importante para los que toman las decisiones en las redes y estudios que cumplir con nuestras solicitudes a cambio directo de nuestro dinero. Si la audiencia latina realmente le importara a los poderes fácticos, no estaríamos debatiendo en 2021 el valor representacional de una historia actualizada de West Side Story. Simplemente, no existiría.

En cambio, tendríamos una gran cantidad de contenido original, como los sugeridos al tweet reciente de nuestra editora preguntando qué historias latinas les gustaría ver financiadas. A pesar de nuestra representación igualmente sombría en el mundo editorial, nuestros escritores han creado un tesoro de material que abarca temas, identidades y géneros diversos. Cualquier estudio o streamer importante que no tenga varias adaptaciones de autores latinos en desarrollo nos está mintiendo cuando afirma estar interesado en las audiencias latinas.

“Contribuimos a esta hegemonía cultural cada vez que esperamos a que las instituciones predominantemente blancas descubran, empaquen y nos vendan nuestra propia cultura”

Para los creativos blancos de Hollywood es más deseable y rentable mantener su posición como intermediarios entre los consumidores latinos y nuestros propios artistas¡. Al fin y al cabo, esto les permite, como afirma la Dra. Frances Negrón-Muntaner en su ensayo, seguir siendo el árbitro de la auténtica latinidad, empacar nuestras experiencias, comercializarlas y venderlas a otros, así como a nosotros. Es ahí donde se encuentra el dinero y donde permanece la hegemonía cultural. El beneficio y el control no son dos beneficios distintos. Son codependientes.

Hemos visto esto antes con la "explosión del pop latino" de 1999. Ese año, la industria discográfica apoyó a un puñado de artistas, como Jennifer López, Ricky Martin y Christina Aguilera, y promocionó su éxito como un punto de inflexión. Esta no era una tendencia, insistieron los ejecutivos de la discográfica. Según ellos, estaban trayendo el talento latino de los márgenes hacia la corriente dominante, y estábamos allí para quedarnos. Y sin cuestionar la arrogancia de una empresa capitalista en hacer tal llamado sobre nuestro valor, aceptamos lo que dicen y aplaudimos sus esfuerzos.

No tomó mucho tiempo para que la revolución cultural prometida por las corporaciones se revelara como poco más que una táctica de márketing. Escogidos específicamente por su capacidad de "transicionar ", los Elegidos poco reflejaban la vasta diversidad —racial o artística— que existe bajo la enorme rúbrica que llamamos música latina. Además, los éxitos individuales no resultaron en oportunidades para más talento latino, e ignoraron a aquellos que no atraían a las audiencias blancas. En seis meses, estábamos de vuelta al mismo nicho.

Si bien un análisis a fondo de los cambios en la industria discográfica está más allá de mi experiencia y del alcance de este artículo, es evidente cómo los enfoques innovadores y los avances tecnológicos en los últimos 20 años han empoderado al talento y al público latino por igual. Al ser más factible producir y promover la música propia sin los vastos recursos de un sello importante, los artistas reclaman el acceso sin filtros a su activo más valioso: una relación directa con los verdaderos fanáticos de su voz auténtica.

Considere a Cardi B, quien desarrolló un seguimiento en las redes sociales mucho antes de convertirse en una personalidad de telerrealidad y artista de grabación. A través de los servicios de redes como Twitter e Instagram y plataformas de membresía como Patreon y OnlyFans, los seguidores se convierten en más que consumidores. Son patrocinadores y embajadores de un artista, grupos de sondeo y socios críticos. El arte los inspira a construir comunidades y generar movimientos. Ellos mismos se convierten en creadores y trabajadores culturales.

Del mismo modo, el discurso sobre las narrativas y representaciones cinematográficas debe extenderse más allá de debatir lo que debemos aceptar o rechazar de las entidades corporativas cuyos sistemas funcionan bien para ellos, mientras despiden nuestras necesidades de representación. La decisión de rehacer West Side Story en lugar de apoyar una lista de películas originales de creadores latinos demuestra que, con su inmensa capacidad financiera para producir, distribuir y comercializar historias, los conglomerados de medios, desde estudios de cine y televisión hasta editoriales y compañías discográficas, se defienden a sí mismos y no a nosotros como el árbitro final del contenido latino digno. Contribuimos a esta hegemonía cultural cada vez que esperamos a que las instituciones predominantemente blancas descubran, empaquen y nos vendan nuestra propia cultura.

Subamos el nivel de conversación considerando formas en que podemos cultivar.

Una cultura de apoyo radical

Tenemos que dejar de reaccionar al siguiente proyecto de Hollywood y luego esperar que su próxima oferta sea mejor. En cambio, debemos hacer esfuerzos consistentes y sustantivos para buscar y apoyar proactivamente el contenido latino que resuena con nosotros fuera del complejo de entretenimiento convencional. Por ejemplo, ¿qué pasaría si viéramos un éxito de taquilla de verano menos en el multiplex y, en lugar nos comprometemos a apoyar la película latina de bajo presupuesto en el teatro independiente en su fin de semana de estreno?

A este punto, nadie debería ser avergonzado a gastar dólares y tiempo en una película o programa de televisión que no les resuena. O peor aún, que les causa daño. Una cultura de apoyo radical no significa darle licencia a un creador de contenido que es, por ejemplo, queer-antagónico o transfóbico simplemente porque es latino o latina. Por el contrario, el apoyo radical es una calle de doble sentido donde los consumidores mismos nos retamos a expandir nuestros límites estéticos y explorar narrativas sobre experiencias latinas por parte de creadores latinos de identidades que difieren de las nuestras, y donde los productores también se responsabilizan ante la comunidad por las imágenes que crean.

El apoyo radical significa que cuando legítimamente pedimos una representación más expansiva, frenemos el impulso problemático de exigir que se borren ciertas personas en nuestras comunidades. Agarradas de nuestro collar de perlas, a veces imploramos a Hollywood de no más sirvientas, no más inmigrantes, no más trabajadoras sexuales, etc., como si su existencia fuera un mito o un problema. Con una política de respetabilidad estridente inconsciente de su preocupación por las opiniones de los blancos y la vergüenza concomitante, no reconocemos que nosotros también hemos internalizado el efecto demonizador de las representaciones simplistas de la corriente dominante. Sí, podemos insistir tanto en la diversidad como en la complejidad en nuestra representación.

Una cultura de producción independiente

Como me recordó recientemente Iris Morales la exlíder de los Young Lords y documentalista, el camino hacia el cambio requiere múltiples puntos de entrada. Así como tenemos algunos individuos progresistas dentro del sistema de Hollywood que intentan desmantelar las desigualdades estructurales, las comunidades latinas deben identificar e implementar soluciones que nos permitan eludir a los guardianes corporativos y fomentar relaciones directas con nuestros propios creadores de imagen, tanto dentro como fuera de estas instituciones.

Si bien es una posible consecuencia, el objetivo aquí no es tanto impulsar más y diversos talentos latinos en el radar de los ejecutivos y convencerlos de que estos creadores y sus producciones tienen suficiente acogida para generar ganancias (por ejemplo, darle a esa serie latina en YouTube tantos clics que un ejecutivo de televisión da luz verde a su programación). Eso de por sí no es garantía de que las cosas sobre esa serie en línea que resonaron contigo sobrevivan al proceso de desarrollo y permanezcan intactas en el programa.

Más bien, el objetivo final es retomar el lugar que nos corresponde como la fuerza impulsora detrás de que contenido Latino que prevalece, independientemente de si un ejecutivo blanco lo "entiende". En su lugar, usted es la ejecutiva de desarrollo y dona a la campaña de Kickstarter de un creativo emergente. En 2012, más de 1,000 patrocinadores recaudaron $80,000 para financiar Mosquita y Mari, la película debut de la escritora y directora Aurora Guerrero. Esta hermosa película que trata los temas universales del sacrificio de los padres, la presión de los compañeros y el primer amor se centra en dos chicanas inmigrantes queer en el sureste de Los Ángeles.

Según Guerrero, quien pasó a dirigir episodios de 13 Reasons Why, Queen Sugar y Mr. Corman, los patrocinadores eran todos gente común y corriente que provenían de las comunidades latinas de las que ella formaba parte y que fueron representadas con amor en la película— incluidos inmigrantes, queer y gente de clase trabajadora. Somos suficientemente numerosas para poder dar luz verde a varias películas cada año.

Una cultura de crítica compasiva

Por supuesto, los creadores latinos están agotados ante la expectativa de tener que ser dos veces mejor que nuestros homólogos blancos para alcanzarlos a medio camino. Además de alimentar los obstáculos a la creatividad que plagan a todos los artistas, desde el perfeccionismo hasta el síndrome del impostor, es francamente deshumanizante. Dicho esto, el apoyo radical no implica complacerse con los logros o apuntar a igualar la mediocridad blanca. Como trabajadores culturales, debemos respetar nuestros propios dones y tomar en serio nuestro papel en la comunidad, estando dispuestos a crecer continuamente en nuestro oficio y aportando lo mejor que tenemos para ofrecer a cada historia.

También necesitamos que la audiencia latina corresponda con gracia. Danos oportunidades para aprender haciendo, oportunidades para experimentar, permiso para fallar. Afirme lo que hacemos bien y cuestione en lo que nos equivocamos. Así como los artistas necesitan desarrollar su oficio en comunidad unos con otros fuera de los parámetros de blanquitud, también necesitamos espacios donde aquellos para quienes estamos creando puedan darnos reacciones constructivas sobre nuestras representaciones compartiendo el mismo entendimiento: todos tenemos un interés en estas narrativas.

La industria del espectáculo dominante es el medio más lucrativo, global e impermeable para producir y compartir nuestras historias. Tenemos derecho a insistir en que lo haga mejor, sin importar lo que digan los ignorantes trolls que alegan "entonces haz tu propia película". Sin embargo, con demasiada frecuencia, las comunidades latinas responden a los descuidos, las afrentas y la exclusión de manera que la industria perpetúa una percepción errónea debilitante: que dependemos completamente de ella para vernos a nosotros mismos y a los demás. Esta es una profecía autocumplida.

Una vez que aceptemos el hecho de que ya tenemos una tremenda capacidad para encontrar, evaluar y nutrir el talento que existe entre nosotros, podemos identificar formas de invertir en nosotros mismos en lugar de rogarle a Hollywood que lo haga bien.

Esa sería la recompensa apropiada.

Traducido por Juana Ponce de León.



More articles by Category: Arts and culture
More articles by Tag: Film, West Side Story, In the Heights, Sofia Quintero, Aurora Guerrero, Latinos, Latinas, Latinx, representation, cinema, production, entertainment, Latino market, critique, support
En inglés
This article in English: Skip the Middleman
SHARE

[SHARE]

Article.DirectLink

Contributor
Categories
Sign up for our Newsletter

Learn more about topics like these by signing up for Women’s Media Center’s newsletter.